sábado, 27 de octubre de 2012

Algunos de los que no pueden faltar...


Alta Tensión

   Friedmann tenía que estar muy seguro de sí mismo para desarrollar un juego sobre un tema tan excitante, tan exótico y sexy como la gestión de una red eléctrica en Alemania.


   En Alta Tensíon, cada jugador está al frente de una red de producción y distribución de electricidad. Cada uno invierte en las centrales obligados a escoger entre centrales térmicas, baratas pero muy golosas a la hora de consumir, y Centrales nucleares o Parques eólicos que obligan a inversiones considerables pero producen después una energía abundante y barata.
   También hay que instalar y desarrollar sobre las diferentes ciudades del tablero una red eléctrica que las alimente sin perder de vista el difícil y volatil mercado de combustibles, carbón, basura, petroleo... o residuos nucleares que alimentan a las Centrales.
    A mitad de camino entre el juego de subastas y gestión y los juegos de trenes tipo 1830, Alta Tensión parecía estar claramente dirigido a un público restringido de jugones pero al demostrar con el paso del tiempo que, en su género, es una auténtica obra maestra, atrajo a un público cada día más amplio. Las reglas, simples y lógicas, están llenas de pequeños y astutos mecanismos. Las subastas de las Centrales, el desarrollo de las redes y la compra de materias primas, son tres pequeños juegos dentro del juego.


 La partida dura un par de horas, todas las decisiones son cruciales, no decae la tensión ni ves el tiempo pasar. Repito, un grandísimo juego, que con las diferentes expansiones, tableros con más países, Francia e Italia, España y Brasil... más cartas de Centrales, nos pone en cada partida ante un nuevo reto.
   Y eso que la gestión de una red eléctrica no es el sueño de nuestra vida...



Caylus.


Un juego de Willian Attia.
Finales del siglo XIII. Para fortalecer las fronteras del Reino de Francia, el rey Felipe el Justo, mandó construir un nuevo castillo. Caylus no era por aquel entonces más que un humilde pueblo pero alrededor de aquel castillo que albañiles y artesanos, llegados en tropel atraídos por las extraordinarias perspectivas de trabajo construían, crecía lentamente una ciudad.

 
Sin lugar a dudas, el juego del que se hablaba en el salón de Essen del 2005. Hablaban de él como del nuevo Puerto Rico y si pasamos por alto su “horrorosa” caja que nos quita las ganas de comprarlo y un tablero de lo más triste sobre el que no apetece demasiado jugar, tenemos que reconocer que algo de razón sí tenían. Caylus es un juego de gestión y desarrollo puro y duro, a la alemana, de unas tres horas por partida, sin un solo gramo de factor suerte y destinado única y exclusivamente a un público exigente y jugón. Huele a mecánica perfectamente engrasada y estudiada hasta el último detalle. Estamos ante un GRAN juego de estrategia, equilibrado y sin fisuras y al que no le pesan -más bien al contrario-, los años.
Los jugadores del Caylus son maestros artesanos que participan en la construcción del castillo real. Cada uno de ellos, a lo largo de una ruta que serpentea a los pies del castillo, se esfuerza en desarrollar infraestructuras, canteras, aserraderos, pero también tabernas y comercios de todo tipo mientras murallas y torres van tomando forma. Pero la gran calidad de este juego está en la interacción (enorme) entre jugadores: todos trabajan en la misma obra donde las plazas son caras, en cada turno hay que pagar a los obreros mientras se les envía a trabajar al taller de otro maestro haciendo así ganar prestigio a los demás jugadores. Un juego 
en el que estás continuamente involucrado en las acciones de los rivales sin tiempo para aburrirte mientras esperas tu turno. Y su sistema del preboste, avanzando o retrocediendo casillas, acelerando o frenando la partida según los intereses de los jugadores, es lo más innovador del juego.

   Dubitativo mientras leía las reglas, temiendo el rompecabezas multi-jugador del tipo “cambio dos cubos grises por uno rosa, y después el rosa y un violeta por dos puntos de vistoria...” tardé un par de partidas en darme cuenta que estaba ante un JUEGAZO a la alemana, interactivo y con múltiples posibilidades. Yo sólo pondría un simple y pequeño pero al sistema (farragoso) de los “favores del rey” resumido en un confuso marcador en una esquina del tablero. Ese “tercer nivel “ del juego ni quita ni pone nada al resto y si hay que dejarlo, podría haberse limitado a algo más simple y homogéneo. Pero, repito, este no es más que un pequeño detalle que no ensombrece el inmenso placer que uno siente al adentrarse en la maravillosa mecánica del Caylus.

Aclamado por crítica y público, Caylus es para muchos -a pesar de los años que han pasado-, el mejor juego de tablero del mercado actualmente.

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